Desde hace tiempo Metallica viene hablando de “familia Metallica” para hablar de sus fans, una verdadera legión que atraviesa edades, épocas y hasta gustos musicales. Este libro, una especie de “biblia negra” de impecable edición, propone recorrer la primera parte de la historia (hasta el álbum negro) de una banda que supo crecer a fuerza de resignar todo para ganar un espacio innegable en la música pesada contemporánea.
Ian Winwood y Paul Brannigan logran en este primer Volumen de “Nacer, Crecer, Metallica, Morir,” algo bastante complejo: ser lo bastante rigurosos con la historia de la banda sin aburrir en ningún momento con extensas descripciones, hechos que no les importan a nadie o exageradas referencias que no tengan que ver con lo musical.
Tal vez la gran virtud que tiene el dúo es tanto el uso de la pluma periodística como la impunidad que les da haber sido colaboradores desde hace tiempo de medios como Rolling Stone, The Guardian, Kerrang! y Metal Hammer. A esto se le suma una cuestión histórica: la posibilidad de haber vivido el paulatino ascenso de Metallica casi a la par, lo que les permite cierta subjetividad basada en hechos que para algunos puede ser incluso dolorosa o incómoda. Si el que compra el libro es un fanático acérrimo de Metallica que no acepta críticas se va a sentir algo defraudado. Si busca indagar en aspectos más profundos, este es su camino.
Una hipótesis interesante que recorre el libro tiene que ver con la relación entre las infancias y adolescencias de cada uno de los integrantes y el reflejo de las mismas en la actualidad. Allí aparece la educación hiper cristiana de James Hetfield (que marcaría la relación con su padre y madre) y su casi patológica timidez. El contraste con un Lars Ulrich (hijo de un famoso tenista dinamarqués) en este sentido es evidente. Mientras James y luego Kirk Hammet coinciden en haber compartido una vida al borde del precipicio, el danés es descripto como alguien que casi se dedica a jugar al tenis por respetar la tradición familiar y alguien al que haber ido a vivir a California con su familia (su padre comenzaba a principios de los ochentas a participar de los torneos seniors) le cambió la vida.
En este punto la tensión, por momentos creativa y por momentos conflictiva, entre la dupla Hetfield y Ulrich atraviesa cada uno de los capítulos casi sin excepción. Desde el primer mítico ensayo en el que el baterista fue literalmente un desastre hasta los momentos en donde hechan violentamente a Ron Mc Govney y más tarde a Dave Mustaine todo lo que sucede en la banda pasa por sus ojos y decisiones sin dejar de lado una evidente división de tareas. Ulrich es el que maneja los negocios y las relaciones públicas mientras Hetfield desde las sombras toma junto a él las decisiones. El dúo ES METALLICA y es una de las conclusiones del libro.
Si hablamos de decisiones trascendentales, el libro se encarga de marcar con cierto esmero y de criticar algunas que el grupo ha tomado a lo largo de su historia. En este sentido es tan descarnada la manera en que la banda “se saca de encima” a Jon Zazula (fundador de Megaforce Records y quien apostó muchísimo para que la banda edite Kill em All) como la ya conocida expulsión de Mustaine (aquí es bien distinta la reacción de Hetfield que la de Ulrich) o la manera en que Jason Newsted es tratado por “ser el reemplazante de Cliff Burton” sin justificación alguna, previo detalle de quienes fueron los candidatos y por qué no quedaron finalmente seleccionados.
La historia de Cliff Burton atraviesa con potencia los capítulos sin hacer demasiado hincapié en el suceso de su muerte, algo que a simple vista parece una excelente decisión narrativa: tanto para los que conocen la historia en detalle como para los que no, el relato funciona a la perfección dando datos concretos sin regodearse con el hecho trágico más allá de “curiosidades” ligadas a la manera de comunicar la muerte como hecho periodístico. Aquí opera una gran ventaja, la figura de Cliff es encarada desde el punto de vista de su aporte musical y personal lo que da como resultado algunos de los momentos más interesantes del libro, al punto de que su figura parece ser clave en la evolución que le permitió a Metallica un dar un salto de calidad que se dio desde a “Kill em All” a “Ride the Lighting” en cuanto a líricas y complejidad musical.
Ligada a esta idea de complejidad y de “crecimiento musical” es interesante como los autores (tal vez por sus condiciones de ingleses) destacan el crecimiento de la banda en Inglaterra y especialmente en lugares como clásicos como Hammersmith Odeon (hoy Hammersmith Apolo) o los Monsters Of Rock en Donnington mientras Estados Unidos le daba las espalda. Aquí hay un link que desde los inicios, liga la historia de la banda con el N.W.O.B.H.M. Desde el comienzo y especialmente en el caso de Lars Ulrich, el amor por todas las bandas de aquella época es manifiesto al punto de mostrarse como una “especie de nerd” coleccionista capaz de recorrer kilómetros por un disco de Angel Witch y ya luego con Metallica formada tener una ética “de tocar sin descanso” inspirada en las bandas europeas en franca contradicción con el glam metal estadounidense.
Sin ser condescendientes lo autores no tienen ningún tipo de prurito en atacar discos clásicos de la banda como “Master Of Puppets” e incluso animarse a afirmar cuáles son las peores canciones de los mismos. Tampoco le escapan a temas más ríspidos como el legendario consumo del alcohol del grupo (que aún hoy afecta a Hetfield) y los problemas familiares que les causó el ascenso, la fama y el descontrol sin por eso perder la “línea musical” del libro. Si se hablan esas cuestiones se las relacionan a momentos, discos y canciones generando un interesante clima que permite entender la personalidad de cada uno de los que pasó por la banda hasta la salida del álbum negro.
Sobre el final del libro los autores eligen indagar sobre algunas cuestiones clave. Aparece muy presente la figura de Flemming Rasmussen el productor de la etapa que va desde “Ride…” pasando por “Master…” llegando hasta el polémico “And Justice for All” en el que el danés (que a esta a esa altura había sido capaz de interpretar los cambios que la banda propuso en cada disco) parece, según la banda, ser en culpable a la hora de la insólita mezcla sin el bajo presente cuando en realidad el grupo atravesaba uno de sus momentos más tóxicos. Aquí parece estar uno de los mayores puntos de quiebre del grupo, que a juzgar por lo que dicen los autores, luego de aquel momento entendió para que estaba y hacia donde debía ir su historia musical. A partir de ahí Bob Rock, el álbum negro y el Madison Square Garden confluyen para un libro que termina con un final abierto. La historia aún se está escribiendo. Esperamos pronto la segunda parte.