Viernes 29 Sep, 2023

Lucifer, Dragonauta, Mephistofeles y Amulett en el Noiseground Festival: Celebrando la distorsión

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Crónicas
Lucifer, Dragonauta, Mephistofeles y Amulett en el Noiseground Festival: Celebrando la distorsión
Texto: Carlos Noro | Fotos: Jorge Sebastián Noro

Quienes en los últimos diez años fueron a algunas de las ediciones del Noiseground Festival, seguramente saben qué esperar de esta especie de celebración de sonidos valvulares, a veces más extremos y otras veces más cercanos al rock clásico de los setentas. Esta vez no fue la excepción.

Amulett fue la encargada de abrir la tarde noche y en algún punto fue una buena decisión que así lo hiciera. La banda, una especie de “seleccionado” de integrantes de bandas como Ambassador, Hërpes y Dead Rooster entre otras, es un sincero tributo al heavy metal y al hard rock de los ochentas con una impronta propia que le da un interesante vuelo y gancho a las canciones. Con un gran trabajo de Sebastian Braddock a nivel vocal (con una voz bien aguda y típica del heavy ochentero) y con canciones en su gran mayoría en inglés; en los momentos en que las guitarras de Leandro Bajar y Pablo Abal hicieron recordar a las melodías de guitarras gemelas de Thin Lizzy (“Glassbreaker”, “Sweet Point”) la sensación fue que el grupo conoce a la perfección como tocar e interpretar el estilo porque en cada uno de los músicos hay una escucha consciente del rock clásico en sus distintas vertientes. Cerraron con una gran versión de “Alguien en quien confiar” de los icónicos El Reloj dando cuenta que también vienen de esas raíces. Gran presentación para una banda que cumple a rajatabla las reglas de un estilo que es muy escuchado, pero tal vez no tiene tantos exponentes en argentina. Con oficio y buen gusto salieron victoriosos.

 

En formato de trío, los paranaenses de Mephistofeles aportaron a la noche su particular visión de lo que es el doom metal de raíces sabbathicas. A lo largo de un set de seis canciones “Buried in Worms”, “Frustrated”, “The meaning of all evil”, “Chapel Sins”, “Last Will” y “Damnation or Salvation?” la búsqueda del grupo fue por el lado de impactar sonoramente con una serie de melodías la mayoría de las veces ignominiosas y casi siempre densas y pesadas. En este sentido tranquilamente se puede caracterizar a todo el set como una gran canción donde hubo partes lentas y pesadas, armonías rockeras y cuelgues psicodélicos que fueron intercalándose a lo largo de las canciones. El resultado final fue un interesante viaje por distintos estados musicales.  Bien por ellos.

Como viene pasando en los últimos años Dragonauta viene cambiando de formación frenéticamente sin afectar demasiado a su propuesta, por lo que la nueva partida del Topo Armetta para radicarse un tiempo en España resultó en el regreso de Lucien Kurgan quien había grabado “Entropicornio” el hasta ahora último disco de estudio del grupo. En vivo queda claro que con el aporte de Lucien, la banda endurece su sonido, lo hace más rápido y lo lleva hacia lugares donde Celtic Frost y Darkthrone son las referencia, por eso también,  resulta hiper interesante el aporte de los teclados de Agustín Lomez para darle un interesante contraste a las canciones que pueden sonar extremas o melódicas sin ningún tipo de problema.

En especial en la segunda parte del set, luego de una gran versión de “God Half Blind”, canciones como “Orbital Coffins” dieron cuenta de este contraste y generaron un interesante clima sintetizado por las guitarras gemelas, los teclados y la voz agresiva de Lucien haciendo pensar que tal vez las nuevas canciones pueden llegar a explorar esos pasajes. Antes “Draconian Steel” y “Nautilus 666”, sonaron pesadas y extremas lo que seguramente será la nueva piel que retome Dragonauta de aquí en más. La icónica “Muerte y Destrucción” fue el cierre para un set que como suele suceder mostró a la banda en un nivel técnico impecable y que sirvió de pauta de que a pesar de los cambios (o gracias a ellos) siguen vivos.

Casi llegando a las diez de la noche, para una jornada que había empezado pasada las siete de la tarde y había tenido a cada banda tocando poco más de media hora; Lucifer subió al escenario con una buena cantidad de gente pero sin tener la concurrencia de shows como el de Helmet, donde prácticamente el Uniclub estuvo sold out.

La propuesta de los suecos fue bien clara desde el inicio. Es indudable que el centro de atención de la banda viene por el lado de Joana Sardonis quien es quien aporta no solo el aspecto vocal sino cierto misticismo que hace que la banda tenga algo diferente a propuestas similares. Con una impronta deudora de las chicas de Heart o de los legendarios Coven; Joana logra recorrer el escenario de una manera tan segura que poco importa si se comunica con el público o dice las palabras de rigor a las que estamos acostumbrados. Canciones como “Archangel of Death”, “Leather Demon” o “Mausoleum” dieron la pauta de la capacidad de la alemana de sumar teatralidad y dramatismo a la propuesta, lo que termina por darle otra atmósfera a las canciones, que pueden llegar a explorar momentos más rockeros como en las hiper gancheras “Bring Me His Head” y en especial “Crucifix (I Burn for You)” pero que siempre traen consigo una especie de atmósfera oscura y atrapante.

Es indudable que desde lo instrumental, Lucifer se sostiene principalmente en el trabajo de guitarras, principalmente porque las estructuras de las canciones necesitan de esa interacción para cobrar vuelo. En este punto a lo largo de la noche tanto Martin Nordin, como Linus Björklund demostraron estar a la altura de cada una de cada uno de los momentos musicales del set. Con una impronta setentosa en cuanto al cuidado del riff y de las melodías de guitarras gemelas; tanto de forma individual como a la hora de actuar como dúo dejaron en claro que son conocedores de los yeites de un estilo que va desde el hard rock al doom pasando por cierto aire pop y algo de heavy metal clásico que en vivo demostró estar mixturado con una precisión admirable. “Ghosts” y “Midnight Phantom” con la que arrancaron el show al igual que “Coffin Fever” y “California Son” fueron algunos de los momentos donde el trabajo de guitarras se volvió crucial, incluso destacado por gestos cómplices de Joana en el medio del show.

El icónico Nicke Andersson (cantante y guitarrista de The Hellacopters, aquí tocando la batería al igual que en los históricos Entombed donde fue miembro fundador) construyó junto al bajo de Harald Göthblad una interesante base rítmica que sostuvo la potencia de la banda a lo largo del show. Si como dijimos Joana aportó la teatralidad y el dramatismo, sostenida en su lugar de frontwoman y en su potencia vocal, aquí la función de Nicke fue darle al grupo un interesante toque de suciedad y potencia rockera desde su trabajo detrás de los parches. Sin complicarse mucho a nivel ejecución pero capaz darle agresividad de canciones que de otro modo resultarían mucho menos pesadas, a lo largo del set su trabajo fue creciendo en potencia hasta llegar como punto máximo en canciones como “Bring Me His Head”, “Cemetery Eyes”, “California Son” y en especial “Reaper on Your Heels”, haciéndolas sonar más rockeras y pesadas que en los discos, con un trabajo mancomunado junto a las guitarras.

Con un gran sonido acorde a la propuesta del grupo (con momentos cristalinos y otros más sucios) y un set de poco más de una hora que teniendo en cuenta el nulo intervalo entre tema y tema terminó por ser una duración correcta;  la oscura e hipnótica “Dreamer” y el sorpresivo cover de “(Don't Fear) The Reaper” de Blue Öyster Cult (toda una referencia en cuanto al sonido de la banda) cerraron de forma impecable un show que mostró que Lucifer es de esas bandas que en vivo, suben varios puntos su propuesta. La próxima vez no se los pierdan.