Casi las ocho de la noche, Carlos Caverna (bajo y voz), Pablo Gadea (gaitas escocesa e irlandesa y tin whistle), Diego Guyon (banjo y guitarra acústica), Damián Giancarlo (guitarra eléctrica y mandolina), Manuel Magariños (batería) y Mariano Miramontes, guitarra eléctrica y voz; Integrantes de Raise My Kilt cortaban en dos el gran telón, para darnos la bienvenida al barco que nos llevaría por aguas sedientas de libertad. Despertando de a poco a los pasajeros de boinas y sonrisas, iluminaron el escenario y los puños en alto, con canciones como Raise my Voice y And if the Kids Are Unit (Gaitas y Tanos, 2016). Potentes, desde 2013 van por más conquistando retazos de Buenos Aires, quien los vio crecer de a poco. Esta agrupación promete y vale la pena seguirlos por la gira que incluye localidades como Merlo, Adrogué y San Miguel.
El viaje atraviesa su primera cruzada y se detiene en lo alto, para recibir a la banda pionera del punk rock celta nacional. Mala Suerte, después de casi veinte años en ausencia, regresa con todo el poder y la magia para formar parte del “11 Short Stories of Pain & Glory Tour to South America", protagonizada por Dropkick Murphys quienes enaltecieron a toda Latinoamérica en un viaje increíble, que comenzó por Río de Janeiro, Sao Paulo, Buenos Aires, Santiago y finalizó en Bogotá el cuatro de noviembre.
Un escenario a oscuras, el teatro casi lleno y el mismo pensamiento ansioso: soy feliz ahora y quiero que no termine nunca, aunque todavía ni haya empezado. De repente una sombra se posa sobre el teclado. La gente está preparada para escuchar esas notas, porque sabe cuál es la intro que Mala Suerte utiliza para darnos la bienvenida. Y no es hasta que llega la gaita, cuando el público se transforma en una sola voz y Amazing Grace se convierte un himno que uno lleva en la sangre, aunque quizás no la entienda ni se sienta identificado, pero lo termina haciendo sin haberlo pensado demasiado. Quizás aquella sea la magia de la música, exaltar de nosotros lo más hermoso del alma, sin importar de dónde provenga ni en qué idioma se hable.
El resto de la banda apareció de la nada y la fiesta empezó. Los que no tuvimos la posibilidad de asistir a su vuelta histórica, allá por el mes de abril de este año en Vorterix, nos encontramos con la alegría de revivir temas como Ella se marchó, Vos me mentiste (ambos temas incluidos en La Máxima Emoción, 1992), Al caer la noche (Sinfonía Nocturna, 1994), Los tiempos no han cambiado (La Herencia de los náufragos, 1995). Ya no formábamos parte de un viaje a otra dimensión, sino a otro tiempo, el pasado. Recuerdos como Feliz Domingo para la juventud, La TV ataca, Los Ramones, los cassettes y juntarse en lo de un amigo para escuchar horas esos temas, volvían como olas que se rompían y se esparcían en las venas. El público saltaba, cantaba, volaban los primeros vasos de plástico por el aire y se agitaban los primeros pogos. Los que estaban afuera no lo pensaron dos veces y entraron de una. Alejandro Fassi (voz), Gabriel Irisarri (guitarra, banjista), Ariel Kesler (bajo), Gustavo Jurio (teclados), Cachorro Raggio (guitarra), dejaron todo en el escenario aún cuando el sonido y las fallas técnicas no estaban a favor. Demostraron la energía acumulada de años y años de giras y conciertos, la facilidad para emocionar al público con sus canciones y su puesta en escena con invitados (en este caso gaitas, bandolinas, tim whistle y como si fuera poco las chicas bailando el folklore irlandés). Y todo eso se reflejó en respuesta a uno de los últimos temas que brindó la banda El cantinero ((La Herencia de los náufragos, 1995), en una jarra llena de orgullo nacional. Si te digo que era una verdadera fiesta, creeme, ¡pero no te lo imagines! Andá a verlos el 16 de diciembre, van a estar despidiéndose del año junto a Pilsen por primera vez juntos en Rosario.
Ahora si queridos lectores, casi las nueve y media la noche. Dentro del Teatro Flores no entraba ni aguja más, una nube de calor bañaba cada centímetro del lugar, grupos de amigos se abrazaban, otros tomaban riéndose, pero todos estaban expectantes tras una larga espera desde la última vez que esta banda oriunda de Boston, Estadas Unidos, nos visitaba por primera vez. Pero está vez no puedo decir si es que ellos vinieron o nos fuimos todos juntos a Irlanda, porque sentí que estábamos en otras tierras. Cuando desde el escenario, aún a oscuras, se escuchaba la voz hipnotizadora de Sinéad O´Connor, el público sacudió de emoción y ya no había vuela atrás, la noche nacía en los puños en alto de cada ser. ¡The Boys are Back!
El show duró casi una hora y media, tocaron alrededor de veinticinco temas de los cuales tres fueron convers: You'll Never Walk Alone (Rodgers & Hammerstein), I Fought the Law (The Crickets) y Halloween (Misfits) fue el tema elegido para cerrar la noche . Al Barr (Primera voz), Ken Casey (Bajo, primera voz), James Lynch (Guitarra, coros), Tim Brennan (Guitarra, acordeón, tin whistle, coros), Jeff DaRosa (Banjo, mandolina, guitarra, coros), Scruffy Wallace (Gaita, tin whistle) y Matt Kelly (Batería, coros), arrebataron todas las almas en un noche con una setlist impresionante. No faltaron Blood (11 Short Stories of Pain & Glory, 2017), Prisoner´s Song (Signed and Sealed in Blood, 2013), Paying My Way (también del ultimo album), The Warrior´s song (Álbum que lleva el mismo nombre, 2005). Pero si tenemos que buscar esos puntos de climax, donde literalmente la gente perdió totalmente el control y se dejó llevar por la locura que la ola verde dispersó: Jonhy, I Hardly Knew Ya (The Meanest of Times, 2007), Rosse Tatto (Signed and Sealed in Blood, 2013), I´m Shipping Up to Boston (The Warrior's Code, 2005), The State of Massachusetts (2005) y Until the Nex Time (del último disco); sin dudas fueron el retrato de la hermosura que se vivió aquella noche, y hoy a más de una semana después, uno quisiera estar ahí una y otra vez. Cantando, saltando, abrazando a tus amigos, sintiendo como si la vida fuera ese preciado regalo que uno lleva adentro, el calor de la alegría, los recuerdos de quién somos y en dónde estamos, porque el futuro es incierto, lo que vale la pena es este viaje.
¿Querés saber cómo terminó? Más de treinta personas arriba del escenario cantando con DKM, y los que estaban abajo, abrazados. La mejor postal del año que quedó grabada en mi retina y erizó mi piel, con la canción de fondo de Frank Sinatra My way. Listo muchachos, cierren todo. Ya no hay nada más que agregar. Let´s go Murphys!!!!!!!!