Tres fechas sold out en Niceto Club dan la pauta del buen momento en cuanto a convocatoria de la banda. Esta vez la propuesta no fue en soledad. El guitarrista Bombino vino desde Niger (ubicado en Africa Occidental) para ser parte de la fiesta.
Tres fechas sold out en Niceto Club dan la pauta del buen momento en cuanto a convocatoria de la banda. Esta vez la propuesta no fue en soledad. El guitarrista Bombino vino desde Niger (ubicado en Africa Occidental) para ser parte de la fiesta.
“¡El que no grita Bombino, para que carajo vino!” fue la manera cantada que tuvo el público de Los Espíritus de darle su cariño a un personaje bien particular y que a priori tenía todos los condimentos para convertirse en una sorpresa. Más allá de que el que viene siguiendo a la banda conoce de que se trata la música del Nigerino(hay una especie de cábala que hacé que “Tur Hani” sea la canción que invita a los muchachos a subir al escenario) poco y nada se sabía de él más allá de este hecho curioso. Lo bueno es que pudimos conocerlo.
Desde el principio el nigeriano dejó en claro que su música tiene sentido en función de lo que puede hacer con su guitarra que, sistemáticamente funcionó como una cita directa al paisaje que uno se imagina al pensar las tierras africanas. Seguramente mucho de lo que sonó en el escenario tiene que ver con aquel paisaje desértico pero que tiene momentos de sosiego. En algún momento recibe alguna brisa ocasional que hace que la arena cobre un movimiento calmo, firme pero a la vez ondulante. La guitarra del de Agadez fue reproductora de esa esa sensación: hipnótica, cimbreante, flexible, cadenciosa y fundamentalmente alegre; casi intentando abrazar con sus melodías a los presentes.
En este contexto de guitarras melódicas que por momentos recordaban Mark Knopfler (fundamentalmente por su gusto por la melodía simple y recordable) y que por otros parecían linkear con el blues rock, Bombino fue construyendo un set que por algo más de una hora fue transitando los distintos estados que propone su música. Canciones como “Issouff” o “Tarhanin” llevaron los climas hacia zapadas dirigidas con un nivel de prolijidad admirable. Otras como “Iyat Ninhai” incorporaron elementos propios del reaggae muy festejados por el público y muy disfrutados por un grupo de formación clásica (a Bombino se le sumaron bajo, guitarra rítmica y batería) con mucha solvencia para ir desgranando los climas que propusieron las canciones.
El cierre con una interesante versión de “Chet Boghassa” que hizo viajar y bailar por partes iguales dejó en claro que lo que había sucedido había sido único y esperemos que no irrepetible. Más de uno se quedó comentando cuánto nos perdemos al no investigar y buscar otras propuestas musicales que vayan más allá de la tradición occidental. Bombino y su banda nos llevaron a pasear por su vida, por sus orígenes y por su desierto. Si uno cerraba los ojos tal vez incluso podía imaginar el sufrimiento de su pueblo, sus alegrías, su vida cotidiana. La brisa reparadora y esperanzadora estuvo a cargo de su música. La graciosa frase que entonaron los presentes fue real: los que no estuvieron se perdieron algo distinto. No es poco para los tiempos que vivimos.
Hacele caso a tu Espíritu
Para cuando subieron Los Espíritus (hay que decirlo, algo tarde para un día que presagiaba jornada laboral al otro día para muchos del público) la gran pregunta pasaba por saber si lo sucedido con Bombino de alguna manera contagiaría la propuesta del septeto. La respuesta como era esperable teniendo en cuenta la admiración que el grupo profesa por el africano, fue lógicamente afirmativa. Desde el comienzo con “La crecida” la sensación fue que el grupo se dejó tomar simbólicamente por las melodías ondulantes del africano lo que generó que algunas canciones lograrán encontrar una fuerza melódica que tal vez permanece solapada en las grabaciones.
En este contexto los puntos más altos pasaron por aquellas canciones que permitieron que el clima de zapada melódica se ampliara. “Mares” recibió mas énfasis desde el punto de vista del aporte de guitarra de Maxi Prieto y Miguel Mactas sin por eso dejar de sostenerse en el trabajo percusivo que le da identidad a la canción. “Jugo” tal vez el nuevo clásico del grupo fue el caso contrario. Aprovechando la melodía de guitarra se potenció la cadencia lo que generó que el gancho se impulse aún más de lo que propone la canción. “Las armas las carga del diablo” (más actual que nunca si la ligamos a la actualidad relacionada a los casos de gatillo fácil) fue otras de las que encontró nuevo brío logrando un clima parecido a “Huracanes” principalmente porque las dos son canciones que despiertan al público y lo invitan a participar activamente.
“Luna llena” y “Vamos a la luna” juntas en el set, parecieron hermanadas en invitaron cadenciosamente a transitar la relación con la naturaleza en otros de los momentos que parecieron estar embebidos del sonido propuesto por el africano que enseguida subiría al escenario para hacer una versión de “Tar Hani”. Esto sirvió de síntesis para dos mundos bien lejanos, el argentino y el africano que esta vez estuvieron bien cerca gracias al lenguaje universal de la música.
El cierre fue con “Noches de verano”, “La rueda que mueve al mundo” y los correspondientes aplausos. La sensación fue que Los Espiritus fueron capaces de abrir la puerta a Bombino y dejaron que entre con toda su fuerza para lograr una experiencia liberadora. Gran y generosa decisión haberlos invitado. Ojalá que se repita.