La sensación, desde el comienzo con “This is my God” fue que el público presente (con una evidente presencia de fanáticos de I.M.) se propuso escuchar las canciones con respeto sin mostrarse, como suele suceder, entregado de antemano. Esto desembocó en que lógicamente las primeras miradas fueran para el lado para Harris (después de todo él era el protagonista de la noche) algo para nada menor. Aquí tal vez estuvo la clave que hizo que el show tuviera algunos momentos en que el público se sintió verdaderamente convocado por las canciones. La justificación de esto que decimos, vino por el de la manera que el bajista eligió presentar las canciones. Si bien sabemos que en vivo su performance suele ser intensa y dinámica, aquí esa característica se multiplicó exponencialmente. Empujado tal vez por su cercanía con el público, eligió literalmente defender las canciones como si fuera un león herido generando un nivel de acercamiento inigualable para alguien que está acostumbrado a los grandes públicos. Entonces fue capaz de mirar a los ojos a los fanáticos, de cantar las canciones a los gritos o de regalar muñequeras al final del show, entre otros gestos que dejaron en claro que no hace esto por obligación. La sensación es que realmente eligió venir con estas canciones y eso desde el minuto cero es la mejor conclusión. No ha perdido en todos estos años sus ganas de mostrar su propia música, un gesto que lo ubica entre los que son capaces de no claudicar frente a una industria que apunta a la repetición infinita.
En este contexto y como podía suponerse, la banda que acompañó a nuestro protagonista, se vio claramente influida por el despliegue del inglés y la posterior reacción de la gente. Los guitarristas Graham Leslie y David Hawkins fueron capaces de construir una interesante interacción, prestándose el protagonismo al punto de que ninguno de los dos podría ser caracterizado como guitarrista principal. Tanto en un caso como en el otro fueron capaces de generar melodías de guitarras gemelas, riffs gancheros e incluso algunos pasajes más modernos con un interesante efecto para quienes escuchábamos por primera vez las canciones en vivo. Mucho de la efectividad de las canciones se debió a loa solidez de sus aportes. Simon Dawson (extrañamente tapado por parte de la escenografía) realizó una labor correcta tras los parches. En su caso no hubo demasiada exigencia sin por ello disminuir su aporte. Su función fue sostener las canciones de manera efectiva y consistente. El resultado tuvo esos mismos adjetivos.
Tal vez la presencia más polémica a lo largo de la noche haya sido la del cantante Richard Taylor. Es claro que mucho de lo particular de la banda se debe a su aporte, sin por ello ser una característica necesariamente positiva. Es claro que su intento a lo largo de las canciones fue por el lado generar climas declamatorios y dramáticos con resultados desiguales. En algunas canciones (principalmente las que dieron comienzo al show) como por ejemplo “Lost Words” o “Father Lucifer” se lo notó algo nervioso y preocupado por hacer las cosas bien mientras la banda ya se había soltado al disfrute. Sin embargo la dupleta “Spitfire” y “The Chosen Ones” (una de las nuevas y otra del disco autotitulado) pareció ser el punto de quiebre para su performance. De alguna manera la atmósfera épica de las dos canciones, con una primera más aguerrida y otra más melódica (las dos con un leve aire a Maiden), se ajustó claramente a su caudal vocal al punto que a partir de ese momento el público se volvió mucho más participativo, coreando las canciones, saltando o simplemente gesticulando a favor de las mismas.
A partir de ese momento el grupo y ambiente parecieron estar en sintonía al punto que “Judas” se cantó a grito pelado, “Us Against the World” y “A World WIthout Heaven” volvieron a dar la pauta que la atmósfera épica es lo que mejor se ajusta a la banda y otras como “Guineas and Crowns” mostraron un interesante trabajo de guitarras y teclados que a pesar de no estar presentes explícitamente en el escenario fueron la base melódica de las canciones.
En este contexto “Eyes Of the Young” tal vez la canción más ganchera que tiene la banda, fue el cierre de un show que finalmente dio la pauta de que en vivo las canciones de British Lion resultan convincentes porque logran potenciar las virtudes propias además de mostrar a una de las grandes figuras de la música pesada en un contexto completamente distinto al que estamos acostumbrados. Razón suficiente para decir que fue un buen show. Bien por Harris y los suyos.